Ser adolescente o preadolescente es duro. Ser adolescente o preadolescente y llevar aparato es todavía más difícil. Si estás intentando ayudar a tu hijo a amoldarse a su nuevo aparato, estas perspectivas de padres que han pasado por lo mismo pueden resultarte útiles.
Cómo tratar con un hijo poco obediente
«Enseñar a tu hijo a limpiarse correctamente el aparato requiere mucha paciencia. Se le solían romper los alambres. Muchas veces se le movían los brackets. Estoy seguro de que mordía lápices o hielo, o comía caramelos duros en el colegio, donde nadie podía recordarle las consecuencias.
Sin embargo, una vez que intervino el ortodoncista, sus hábitos cambiaron poco a poco. El ortodoncista le explicó que si mantenía sus malos hábitos, tendría que llevar aparato más tiempo. Después de eso, los alambres dejaron de rompérsele. Algunos niños son propensos a prestar menos atención a sus padres que a otros adultos. En este caso, las palabras del ortodoncista resultaron más efectivas que las mías. Y no importa. Funcionó».
- Brad M.
Ortodoncia de fase 1
«Mi hija pequeña se puso aparato antes que su hermano mayor. A los siete años, tenía los dientes mal alineados. Tenía sobremordida y los dientes muy torcidos. Era una perfecta candidata para la ortodoncia de fase 1. Ponerle un expansor de paladar produjo un cambio visible en cuestión de meses. Alteró la forma de su boca para que el aparato pudiera desempeñar mejor su función. Echando la vista atrás, la ortodoncia de fase 1 mereció sin duda el coste adicional. Sin ella, no podría disfrutar de la dentadura bonita y bien alineada que tiene ahora».
- Brad M.
Cómo enseñar a tu hijo a ser responsable
«Llevar aparato ofrece otra oportunidad de enseñar a tus hijos a ser responsables y las consecuencias evidentes que conlleva no mejorar y hacer lo correcto. Tienen que aprender autodisciplina (nada de chicle, palomitas, caramelos duros, etc.) hasta que les quiten el aparato. Deben aprender a llevar un control de los retenedores. Yo les decía que tenían que llevarse el retenedor siempre que salieran de casa, como hacían con las llaves, el monedero y el móvil. Y para evitar que lo perdieran, les decía que si lo hacían tendrían que pagar la mitad del precio de uno nuevo. Y, si eso supone rebuscar en el cubo de la basura para ahorrar, que así sea».
- Brad M.
Cómo encontrar el ortodoncista adecuado
«Mis amigos me recomendaron un par de ortodoncistas. Incluso al teléfono, las primeras impresiones cuentan mucho. El primer ortodoncista al que llamé me dio la impresión de que me estaba haciendo un favor y que tendría que amoldarme a sus condiciones. Evidentemente, no volví a llamar. El segundo ortodoncista al que llamé me pareció amable y cordial, y entendió que se trataba de algo importante que conllevaría un coste elevado, especialmente teniendo en cuenta que eran tres niños los que necesitaban aparato. Respondió a todas las preguntas que le hice y se mostró muy servicial. Concertamos citas para valorar qué tratamiento necesitaría cada uno de mis hijos. En cada sesión se realizó una revisión exhaustiva. Se hicieron radiografías y se determinó un plan de actuación con una estimación de los costes directos y de lo que nuestra aseguradora cubriría. Además, se me facilitaron paquetes de información detallados para cada uno de mis hijos que incluyeron radiografías, plazos para intervenciones específicas, costes y duraciones aproximadas. El paquete incluía un folleto en el que se explicaba cómo cuidar de los aparatos de principio a fin. Sentí la seguridad de que había encontrado al ortodoncista perfecto para mi familia y, al final de nuestras sesiones, disponía de un plan sólido que me informaba de lo que se iba a necesitar».
- Deb.
Pago del aparato
«¡Los aparatos no son baratos! Debo reconocer que me asusté bastante cuando supe cuánto iban a costar. Puesto que tanto mis hijos como yo nos íbamos a poner aparato, pregunté a la consulta qué tipo de descuento iba a recibir, aunque sinceramente no esperaba que me fueran a ofrecer ninguno. Sin embargo, me dijeron que el primer aparato se cobraría al precio normal, mientras que a los demás se le aplicaría un 5 % de descuento. Esto demuestra que si no preguntas, no consigues nada. Primero, prepararon a uno de mis hijos. Al año siguiente, le pusieron el aparato completo. Al siguiente, empezaron con otro y, al siguiente, con el último».
- Deb.
Niños distintos significa diferentes enfoques del cuidado del aparato
«A mis hijos A., de 17 años, y M., de 15, les quitaron los aparatos este año. A ambos les quedaron unas sonrisas estupendas, pero sus perspectivas de llevar y mantener el aparato fueron muy diferentes. A. es un niño al que le gusta ir a la moda. Le encanta dedicar tiempo a cuidar su aspecto. Su pelo, su ropa y su higiene demuestran que tiene estilo y sabe cómo presentarse». A. siempre se estaba mirando los dientes y maravillándose con su progreso. Sus piezas favoritas eran las nuevas bandas elásticas de colores que le ponían todos los meses y la oportunidad de poder presumir de su dentadura limpia. M. es un niño totalmente diferente. Nadie le gana al fútbol y la pesca, pero, en lo que a higiene se refiere, es un desastre. Está en una edad en la que no se preocupa por lavarse. Es tan distraído que su hermano pequeño suele recordarle que tiene que bañarse. M. se preocupaba de su higiene dental de la misma manera que se cuidaba los pies: lo mínimo y solo cuando fuera necesario. Sin embargo, una vez que M. se acostumbró a cepillarse los dientes dos veces al día con un cepillo eléctrico, su higiene mejoró y continuó por buen camino».
- Rob B.
Ya no tiene miedo de sonreír.
«En nuestro álbum familiar, mi hijo siempre aparece con una enorme sonrisa hasta que cumplió cinco años. A partir de entonces, dejó de sonreír en las fotos y, cuando le pinchábamos para que dijera «patata», su sonrisa reflejaba más dolor que placer. Simplemente no le gustaba su aspecto y, al cabo de un tiempo, empezó a evitar salir en las fotos. Unos 4 meses después de ponerse el aparato, empezó a sonreír más. Le gustaban las bandas elásticas de colores y creo que le encantaba enseñarlas. Aunque este cambio me alegró, todavía no estaba preparado para la transformación que experimentó cuando le quitaron el aparato. Mi pequeño introvertido se volvió extrovertido de la noche a la mañana. Ahora, cuando ve una cámara, se vuelve loco. En las fotos de nuestras vacaciones, aparece como riéndose con la boca bien abierta. Cuando habla sobre cosas que le apasionan, se le dibuja una sonrisa tan amplia que contagia. Todo el mundo le dice lo guapo que es y él se lo toma muy en serio. Esta transformación ha llegado hasta el punto de cortarse el pelo como su futbolista favorito, saquear el armario de su hermano mayor para buscar ropa a la última y usar mi colonia favorita».
- Rob B.